Dora Elia Crake
Hilvana prosa poética y el vuelo de sus metáforas es alto.
Mira la niebla sin que sus ojos se aneguen en llanto. Misionera que plasma su
arte en la huella que sus manos dejan en la arena. Besa los días inolvidables
de tintas instintivas y concibe estrellas en sus ojos color del tiempo.
Escribe a su amado bajo la almohada y no se siente sola.
Duerme en la jaula de leones que son sus pensamientos sin temor al rugido del
mundo. Sus letras persiguen hojas al viento, se alejan de atormentadas nubes a
pesar de las penumbras cotidianas.
Dora Elia cose amaneceres y mansos huracanes mientras su
poesía navega corazón adentro. Sus versos colman los delirios del lector que
imagina su vientre preñado de rocío.
En su boca habitan voces pretéritas que ocultan raíces de
grandes árboles, sabios consejeros que observan cómo de sus rimas brotan
golondrinas. Pero es realmente en el blanco de sus sábanas donde olvida su
orfandad metafórica, ya que escribe entre encajes y sedas.
Musa Peregrina.